Hoy lo tuve
presente en todo momento. Mientras trabajaba, su mano alentaba a la mía en la
distancia. Sus pequeños ojos vislumbraban mi crecimiento, a veces ajeno al paso
del tiempo. Y su sonrisa delgada dejaba mostrar su felicidad al buscar
abrazarme.
Lo pensé
todo el día como aquél que se enamora por primera vez. Sentí que el pensamiento
era deuda, lo que provocó una humedad en mis ojos, el posible nacimiento de una
lágrima… pero estaba trabajando, cumpliendo obligaciones que precisamente no
son del corazón. Quise escapar un poco para sobrepasar el momento. Busqué otra
vista para callar la culpa aunque sea un instante. Era inevitable. Luego, sus
actos, su dedicación, su admiración, tuvieron vida en mis palabras. La sangre
hacía eco en el lazo y pensé, ¿hace cuánto no lo abrazo?...
Por la
tarde, escuchando declaraciones en la t.v, lo vi rendido al árbol de su
militancia (utópica hoy para él). Sin dudas que estaba por allí cerca, pero
como otras veces no lo podía escuchar.
Cuando la
noche ya era sólida, regresé a mi hogar, ese que con tanto amor, sacrificio y
esfuerzo, supo darme. El sonido del teléfono irrumpe, resuena en el
resultado de su esmero. Busco su voz, la reconozco. Está allí, del otro lado,
un tanto lejano y a la vez tan cercano. Logro escucharlo… es su voz, esa que
desde temprano buscaba llamar mi atención, es su voz…es mi viejo.
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