viernes, 17 de febrero de 2012

Viejo


Hoy lo tuve presente en todo momento. Mientras trabajaba, su mano alentaba a la mía en la distancia. Sus pequeños ojos vislumbraban mi crecimiento, a veces ajeno al paso del tiempo. Y su sonrisa delgada dejaba mostrar su felicidad al buscar abrazarme.
Lo pensé todo el día como aquél que se enamora por primera vez. Sentí que el pensamiento era deuda, lo que provocó una humedad en mis ojos, el posible nacimiento de una lágrima… pero estaba trabajando, cumpliendo obligaciones que precisamente no son del corazón. Quise escapar un poco para sobrepasar el momento. Busqué otra vista para callar la culpa aunque sea un instante. Era inevitable. Luego, sus actos, su dedicación, su admiración, tuvieron vida en mis palabras. La sangre hacía eco en el lazo y pensé, ¿hace cuánto no lo abrazo?...
Por la tarde, escuchando declaraciones en la t.v, lo vi rendido al árbol de su militancia (utópica hoy para él). Sin dudas que estaba por allí cerca, pero como otras veces no lo podía escuchar.
Cuando la noche ya era sólida, regresé a mi hogar, ese que con tanto amor, sacrificio y esfuerzo,  supo darme.  El sonido del teléfono irrumpe, resuena en el resultado de su esmero. Busco su voz, la reconozco. Está allí, del otro lado, un tanto lejano y a la vez tan cercano. Logro escucharlo… es su voz, esa que desde temprano buscaba llamar mi atención, es su voz…es mi viejo.

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