Corrientes y Agüero. Miles de personas deambulan, pasean y caminan en
distintas direcciones mientras alguien busca el estimulante sabor del día.
Al fin, 19:15. Una taza media de café con leche se hace presente e
intenta endulzar el atardecer. En esta ocasión sólo o mejor dicho “acompañado
por nadie” como diría Ciro Pertusi.
Sólo desde el lugar de la inacción; y alrededor la gran ciudad donde
todos reflejan la mirada en la tv ya que sobran los motivos. Se empeñan los
pocos billetes para que el azúcar actúe como energizante, revitalizador de un
cuerpo cansado de batallar internamente. “Acompañado por nadie” en el camino
que cada vez se hace más duro para cultivar.
El cuerpo de Lucas fue encontrado. Yo sigo buscando el mío.
Ausente, entre la moza, la pareja antiage de mi derecha y las tres
generaciones que decoran el lado izquierdo. Dos metros nos separan del mundo
donde se oyen voces, bocinas, motores y hasta donde puedo advertir algún
envolvente celular. Esta mesa, sus servilletas de papel, el diario, el minivaso
de agua y la cafeína ya extinguida son mi reparo después de verme apagado en
las últimas dos cuadras.
¿Llorar?, el orgullo tanguero de este barrio no me lo permite.
¿Claudicar?.. a veces como ahora, siento acercarme a ello. Hasta hace un rato
estuve cerca, antes de que llegara la salvadora infusión para tener nuevos
segundos de vida.
El tiempo corrió pero al lado mío siguen los mismos personajes aún con
vida. En el televisor el tema es inacabable. Creo que es momento de saltar al
mundo, ese del que solo me separa una puerta de vidrio. Es hora de volver con
la derrota a cuestas como grano tostado y molido…bien muerto.
Es hora de la resurrección, de labrar la tierra y reubicar las semillas.
En unas horas el día ya no será. Será mañana una nueva oportunidad para reactivar
el sistema nervioso central, el corazón, las venas, las arterias. Una nueva
ocasión para un nuevo café.