Éramos más de mil en ese lugar. Y a todos seguramente nos unía la idea
de despejar al menos por unas horas los recados que la semana suele imponer. Por
un largo tiempo fuimos dominados por el hechizo musical que buscamos para
despejar nuestras derrotas cotidianas.
El tema emblema y popular de los 90 que sonó en cuanto boliche hubiese,
también irrumpió en los oídos de todos los que estábamos prestos a corear cual
canción nos llevara a esos relatos de gloria.
En ese éxtasis generalizado; una pareja; embebidos en el cuarto vaso de
whisky, cerveza de por medio, repetían sin mucho raciocinio “si hablamos de
matar mis palabras matan”. No superaban los 25 años, lo que mostraba el poder
antigeneracional de un acorde y una melodía puestos en el lugar adecuado en el
momento adecuado.
En la barra, el barman movía sus brazos y piernas al son de “no hace
mucho tiempo que murió el León Santillán” mientras daba el cambio de otro
fernet vendido a cambio de una sonrisa cómplice.
El señor de la consola avivaba a la gente como cuando un jugador de fútbol
necesita de sus hinchas para levantar el ánimo del equipo. Así se mostraba ese
hombre que agitaba sus manos fluorescentes desde la cabina. Claro, el tema era
de su época; se llevó su juventud, sus noches con amigos, sus primeros pasos
camino al dj.
Se celebraron muchas canciones esa noche, pero en ese momento los cien
barrios porteños y más; estábamos subidos a la ola del festejo, de la
celebración, éramos realmente un solo canto. La vida nos sonreía o al menos eso
exteriorizábamos, corrían tiempos felices para todos menos para el matador.
Aquél luchador barrial que levantó la voz de los acallados estaba por caer.
La fuerza policial iba tras su vida.
Entre luces que por momentos encandilaban, el pasar activo y fugaz de
los presentes y el aroma a humo dulce; esperamos por ese estribillo que renovó
el sentido de esa danza que nos liberaba.
“Matador, matador” resonaba una y otra vez. El canto popular mejor
representado hervía en la caja hermética del boliche palermeano.
Fuimos parte del tema de la noche, del pico máximo del show, todos al
unísono forjamos cada vez más fuerte aquellas estrofas combativas.
Fuimos una vez más el hit que mató al mensaje.