viernes, 14 de septiembre de 2012

Cambiar el ADN


En estos últimos días escuché frases como “vamos rumbo a ser Venezuela”, “no me gusta el comunismo”  o “es cómo en el 2001”(esta última para describir el estado de la concentración y protesta que tuvo su mayor eco en la ciudad de Buenos Aires). Y en estas frases me detengo para decir que estamos ante un grave traspié si empezamos a discutir justamente desde el error.
¿Podemos hablar de comunismo o de medidas comunistas apuntando a un gobierno que fue elegido democráticamente? No está de más decir que este gesto es llevado a cabo con la voluntad del pueblo (el 54% y el 46% también). Por otra parte, me sumo al pensamiento que la patria socialista o la idea que queda de ella le corresponde solamente a los jóvenes que hoy se lanzan o ven en este proyecto político la “liberación” a través de otra forma de gobierno. Nada más alejado de la verdadera autodeterminación de los pueblos. En resumen, este no es un gobierno ni socialista, y mucho menos comunista.
Desde el lado de la comunicación o lo que intentan hacer de ella los medios, resulta triste y vaga la forma de comparar la marcha de cacerolas de ayer con la situación del 2001. No voy a reparar en las diferencias que existen entre aquella situación y la actual. El tema no es ese, la cuestión es cómo se pretende mostrar “la realidad” si marchamos desde el error.
Inseguridad, importación, restricciones, censura. Por el momento, propuestas concretas desde sectores opositores para estas palabras no hay. Ni desde lo cívico ni desde lo político (cómo en el 2001, si quieren encontrarle similitudes).
 El reclamo es justo, es un derecho y es un gesto que revaloriza los lugares recuperados por la libertad de expresión. El dato seria revelar o relevar hacia dónde se quiere ir si otra frase que empieza a resonar es el “que se vayan todos”.
Si en juego está la amada democracia y el derecho de expresar lleva a manifestarse en las calles de forma legítima entonces es una obligación construir prácticas alternativas que realmente nos representen. 
Liberales, progresistas, demócratas, su voz es tan válida como la de un indigente sin banderas. A esa expresión de necesidad y descontento habría que sumarle construcción porque la historia  reclama un cambio en su adn, ya está cansada de repetir los mismos errores de siempre.